Insularismo de Antonio
Pedreira es una gesta madura y decidida de acudir al alma de Puerto Rico y entender
los badenes de nuestra cultura, para así desenmarañar las flaquezas y
consecuciones de nuestra nacionalidad.
Pedreira
cultiva un ensayo de singular espesor intelectual
dirigido a la juventud universitaria. Su fluidez, precisión y estilo
adjetivado, hacen de este escrito una radiografía imperativa para
aquel que se empeñe en profundizar en el inconsciente colectivo de nuestro
pueblo y conocer la personalidad puertorriqueña. Si trasplantamos la obra al Puerto Rico de hoy, su legado se explaya sin
vigencia y arrebato algunos.
El dotado
conocimiento que poseía, ilustraba y mostraba honorable dedicación al momento
de alumbrar el panorama intelectual sobre la amplitud clara de su ideal de
nación, la carencia de soberanía y noción urgida del carácter bipolar de
nuestra arrastrada trayectoria política, elementos que hacen de esta obra una perla literaria y medular para conocer los ríos de
nuestra sentido patrio. El escrito conduce y ofrece al lector los procesos
necesarios para entender la disyuntiva histórica, sociocultural y económica por
la que ha transitado nuestra isla.
El
ensayo toma lugar en un Puerto Rico previo al "bautismo de la colonia"(1952). El planteamiento de nuestro problema produce un eco resonante en los
cimientos de nuestra irresoluta condición política, describiéndola
dicotómicamente, frente a frente como histórica y fustigadora versus la otra, de
orientación ideológica y dominante, que
nos mantiene cautivos de nuestra indecisión y servilismo.
“…nacimos y crecimos en colonia y en colonia pensamos y
actuamos esperando una patria por prescripción. Nuestra aguja vital ha oscilado
siempre entre dos puntos extramurales: Madrid y Washington. A esa distancia no
han tomado el pulso; de allá nos ha venido el recetario”. (p.139)
Esa
última, le propicia a Pedreira un desasosiego en cuanto a la transformación
atorrante de nuestra intimidad como pueblo ante la toma estratégica de una
metrópolis totalmente opuesta a la anterior, causando en nuestra personalidad
un trauma antagónico y corruptor en nuestros procederes. Le agrada el progreso
en cuanto a civilidad, infraestructura y las libertades políticas que el
puertorriqueño ahora posee con esta nueva metrópoli, pero hace clara distinción
en que la problemática no radica en el brinco exponencial de civilización que
adquirimos, sino en la estrechez y dejadez en nuestra cultura; Según afirma, “La civilización es horizontal; la cultura
vertical”(pg.99).
Le parece descarriado que el puertorriqueño
ande desprovisto de un currículo educativo que lance al estudiante hacia una definida orientación (p.100). Ve un problema que el nuestros
alumnos pierdan lo mejor de su días, en todos sus niveles, por las fluctuaciones y carencias de un
proyecto educativo coherente, produciendo individuos que al final de su
tránsito por la academia, salen con una mella en el cerebro y sin internalizar
el propósito vital de ella. Sólo reproduciendo destreza en mediocridad y
delirio mental, careciendo de la profundidad necesaria para empujar una agencia
cultural y cívica ancha que enriquezca el medio social.
Hasta
el punto nuestro insularismo no ha dotado de un sentido ombliguista, y de una actitud aislante de solo mirar hacia una sola
dirección, el norte; dejándonos dentro
de un mar de incertidumbre y renunciando a nuestra dimensión hispanoamericana y
caribeña. Carentes nosotros de un
potencial universal de relaciones entre naciones hermanas y de proyectos conjunto radicados en nuestra
compartida realidad. Así también permanecemos aislados de aquellas corrientes
intelectuales del mundo, que por cosmopolitas, proporcionan la materia gris
para el ascenso de una comunidad que pueda penetrar en estas humanizadoras
discusiones e integrarlas en nuestra agenda.
Es
asi como Pedrería demanda
disciplina, profundidad, intelectualidad en la juventud, en un llamado a
edificar la conciencia patria. Invitándonos a desarropar el corazón y mirar
con método nuestros procederes, y definirnos no en paso bipolar, sino cardinal
hacia un definición clara del camino a escoger. Añade, que hay que ser
rigurosos con las responsabilidades como puertorriqueño y lograr en nosotros “el
empuje hacia adelante de un escuadrón de honradas convicciones” (p.172), y exigirnos en nosotros mismo el conocer nuestro elixir
para curar la yaga de nuestro insularismo y reivindicarnos
en espíritu por lo que somos, puertorriqueños.
“La integridad de carácter no hace nadie
sospechoso”. (p.182)
Edición utilizada:
Pedreira, A. S., & López-Baralt, M. (2001). Insularismo: Ensayos de interpretación puertorriqueña. San Juan, P.R: Editorial Plaza Mayor.
Gracias a mi colega universitario, Wilfredo J. Burgos por las recomendaciones hechas para esta entrada.
Gracias por tu ilustrado resumen. Qué relevante es esta obra para nuestro país, especialmente en estos días tan grises.
ResponderEliminarGracias por tu lectura. Ciertamente. Su lectura por mas criticada que sea por los y las literarias siempre es uno de esos puntos de partida.
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