Es
indudable el peso que ha tenido la globalización en la manera en que construimos
y expresamos nuestra identidad caribeña. Los valores progresistas que se nos
han presentado parece estar dándose pero sin lograr entenderse de manera clara
porque se reproducen a la velocidad en que lo hacen y hacia donde nos conducen.
Entonces, cabe preguntar, ¿habrá espacio para replantearnos estos valores y
extenderlos hacia un marco regional en nuestro Caribe? ¿No encontramos en el
Caribe similitudes de nuestra realidad? ¿Son finales los límites de nuestra
condición política dentro de la globalización?
Puerto Rico se presenta en el Caribe frente a un panorama distinto y con
nuevas necesidades de lo que debemos aspirar
como modelo político. PR aun no supera esa condición
colonial, a pesar de que fue sacada de la lista de colonias en el mundo en 1953,
disponiendo de los poderes territoriales al congreso de los EEUU bajo su total regulación. La orientación de
nuestra actividad económica no concibe otros escenarios que no sean bajo
aquellos dados por la relación neo-colonial con los EEUU. Empujándonos a quedar
inmerso dentro de nuestra propia
realidad regional, evitando que se conozcan así las similitudes con nuestros
vecinos en el Caribe. Siendo él un mosaico político y cultural pero arraigado a costumbres que
demuestran un pasado histórico similar al de nuestra isla. La visión del Caribe que tenemos hoy día en gran medida es
configurada bajo los arreglos acordados
con las potencias metropolitanas,
provocando una grandes limitaciones a la hora de articular nuevos vínculos
políticos con otros territorios.
Existen grandes posibilidades de nuestra inserción en el Caribe dentro de las misma corrientes liberadora que trae
la globalización. Entre ellas la facultad para realizar acuerdos regionales que
puedan definir en qué aspectos podríamos lograr una cooperación entre las
islas, creando vínculos específicos con el propósito de desarrollar proyectos cooperativistas basados en las
carencias y afluencias. Deberíamos aspirar a desarrollar un dinamismo comercial
entre estas islas caribeñas donde coincidan las diferentes materialidades que
estrechen las similitudes culturales de nuestro Caribe, y donde se erradique
las disposiciones del intervencionismo metropolitano volviéndose un proceso
libre entre todas ella.
Pienso
que la internacionalización de los servicios
en la isla debe verse como uno esencial en donde se busque expandir el
alcance más allá de la economía norteamericana. Y es donde entra el dilema del
status cual en su discusión de las alternativas no ha podido conciliar nuevos
mecanismo de inserción global. Pudiendo ser esto un efecto claro de la docilidad
del ELA a las fluctuaciones de la
economía norteamericana. Creo que se debe pensar en dimensiones más regionales
y plantearse nuevos organismos que rebusquen y planteen nuevas disposiciones de
integración comercial. Explorando en aspecto de derecho internacional y
comercial las limitaciones de nuestra capacidad política.
Es
así como este nuevo escenario que se nos viene presentando podría ser un punto
partida para retomar las disposiciones de nuestra relación con los EEUU y
redefinir un nuevo modelo político basado en una realidad económica caribeña ,
donde se puede desarrollar mayores grados de autonomía institucional con la
amplitud visionaria de una América interdependiente y globalizada. Debe ser el
factor económico vital para que se conduzca una extensión de los poderes
comerciales que actualmente poseemos y replantearnos arreglos más integrales.
Aunque ciertamente no podemos plantearnos este tipo de nuevos arreglos sin
obviar la sombra del coloniaje que nos arropa.
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