Pudiste ver un destello de alma, una pérdida, redundante y pasmada en
patrañas gaseosas que solo dejan eructos de mal sabor en la boca. Porque
perdida anda, pero viva. Engranada en viejas tuercas del quehacer, a fuego bajo
que mantiene el pecho frio y esbozando líneas perdidas, de agua pasada. Y
llegas bañada de ternura a preguntar si algo hay aquí, y solo encuentro leñas
viejas con hojas caidas de árbol que se prepara para su otoño, aves que ya no
cantan y se esconden en su cueva mientras la noche habita, dormida en musgos
mojada…
Y la luna? Ya dejando de mirarme aquella solitaria que me sigue en la ventana para convertirse su brillo en tus dos grandes pupilas que penetran el pecho provocando calor, corriente y destello multicolores que prenden y apagan con el vaivén del aire, mezclado en calor y frió formando remolinos con espirales pigmentados, curvas brillantes que dan vuelta tratándose de soltarse de ese camino imparable que van roscando cada hilo de aire, en un baile perdido en la esencia de su centro. Eres brisa fría con calor de la mañana. Flor que nace bañada en roció, tomando su gota que purifica tu pétalo dejándola como el brillo de un oleo, y cuando me acerco es entonces cuando sospecho de tu aroma, para que luego evocarlo en los sueños y así poder sentirte, y tocar tu espalda curvada y cara descanse en tu cuello donde podría cerrar los ojos y detener el espacio. Y es así como evoco lo místico, me vuelvo esotérico y comienzo a creer en el aura, en las vibras, corrientes y latidos. Bálsamo bendito de buena hierba, donde conspira cada uno de tus ingredientes en este solitario.
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